martes, 20 de enero de 2015

Secretaria

Puso la película porque yo se lo había pedido una tarde de domingo de depresión, todas las tardes de domingo lo son para mi, depresión porque he trabajado de noche o porque al día siguiente trabajo, es casi igual. El siempre quiere salir, hacer algo, lo que sea, yo solo quiero dejarme morir en el sofá. Como mucho iría al cine, y como la cartelera en esta región no es gran cosa, la tele es la mejor y la peor opción al mismo tiempo. Por eso le pedí que me pusiera esta película. Aunque tuvieron que pasar varios días de búsqueda, descarga, al final pudimos verla el domingo por la tarde, yo había salido de una noche terrible, pero por la mañana descansé bien. Quedamos solos en casa y aprovechamos. Yo estaba en mi rincón del sofá, El en el suyo, yo dejé el movil a un lado y me concentré, desde el primer momento.

Creo que es una buena película. Creo que no es difícil ponerse en el papel de una joven como esta. Lo que le va pasando es menos real, menos fácil de encontrar, pero lo que ambos sienten, y los secundarios también, es más habitual de lo que pensamos. Si miras a tu alrededor, no ves demasiada gente que sepa, en perfecto equilibrio, lo que desea, lo que tiene, lo que no se atreve a expresar, lo que esconde por decisión propia, en fin, ya sabemos...Y los escenarios, claro que en nuestras fantasías abundan los castillos, las oscuras mazmorras y las cadenas, candelabros de hierro forjado y paredes de piedra, ahora mismo se me pone la piel de gallina si pienso en una pequeña mazmorra que visité un par de veces, si paso por la puerta se me escapa un suspirito, pero, para ser realistas, hay que hacer una mazmorra del espacio que se tiene, vale decorar, poner velas, telas sugerentes, algún mueble especial, aunque, desde luego, una moqueta roja llena de cera no resistiría los embates de semanas y semanas de niños, gatos, suegras....La mesa de nuestro comedor, que es fea a matar pero resultona, se convierte en una buena cámara de tortura casi sin quitar los tapetes.

Yo no sé como lo hago, pero cada vez que veo una película, por mucho que me guste, descubro detalles que me había perdido, así que disfruto una barbaridad, (así que me puse como una moto digamos que al tercer fotograma, que ya sabemos de qué estamos hablando). Es una película que atrapa, aunque insisto, en cualquier momento podemos traducirla a nuestra propia vida real sin despeinarnos, esto es, sin perder concentración. Al contrario, yo me fui concentrando cada vez más y no me moví de mi rincón ni para acomodar un pie.
Más aún que los escenarios, que encuentro de un buen gusto exquisito, el vestuario, más que nada el de la chica, me parece genial en medio de toda esa sencillez que supone el aderezo de una secretaria, según avanza la película, ella se peina, evoluciona, más que cambia, algunas prendas, otra vez es algo que podría pasar en una historia de amor cualquiera, me parece la evolución de un crecimiento personal, más que la transformación de un personaje en un película que tiene una enorme carga erótica.

Debe ser esto lo que me gusta tanto de esta historia, que me podría pasar a mi. Claro que tengo corsés, medias de rejilla y prendas sugerentes, claro que mi forma de vestir es casi siempre muy cuidada, quien no se disfraza alguna, o muchas veces. Pero creo que eso es tan importante, imprimirle erotismo a la cotidianeidad, ser capaz de ir a pagar la luz vestida de fulana y de recibir una tunda en  chandal desteñido de lejía. Para mi es como reconocerme un permiso para masturbarme hace años, con aquellas ideas inconfesables que parecían propias de una enferma mental (el que quiera y pueda, que siga diciendo que el sadomasoquismo es propio de enfermos), y para sentirme preciosa frotándole en escote por los ojos al cajero del banco; es como reconocernos a todas en el derecho y la obligación de querernos en todo momento, cuando no sabemos ponerle nombre a lo que sentimos y cuando estamos seguras de que unos buenos azotes nos vendrían de perlas.

La película evoluciona bien, y acaba bien, aunque yo me vaya por los cerros de Ubeda, Jaén. La sensación es buena, es afectuosa, como un buen vino, como un bosque cerrado que se abre sólo a cada paso sobre un sendero que ya existía pero que no se ve de lejos....

Lo mejor, ya sobre los créditos y una música preciosa. Me levanté, aparté el frutero, encendí algunas velas, y posando manos y codos sobre la mesa del comedor, en chandal, esperé.

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